"Tired of lying in the sunshine
staying home to watch the rain.
You are young and Life is long
and there is Time to kill today.
And then one day you find
ten years have got behind you.
No one told you when to run:
you missed the starting gun..."
Recuerdo hace muchos años. Solía sentarme en la sala de mi casa, y desde allí, por la ventana podía ver una isla, y allende sus cerros, el mar. Por ese entonces tenía 16 o 17 años. Encendía la radio y me quedaba largas horas sentado allí, solo, escuchando música, mientras veía los enormes jotes (algo así como buitres) sobrevolando la isla enorme, trazando círculos por encima, planeando a ratos para un momento más tarde emprender el vuelo. La isla, desde luego, sigue estando allí. Y heme aquí de regreso en esta casa. Pero ya no es posible observar ni el mar ni la isla desde mi vantana. Hace años se construyeron varias casas frente a la mía, lo cual hace que el úncio paisaje posible sean una paredes blancas...
No sé muy bien que quiere decir este recuerdo. No sé si sea triste o hermoso. Quizá sea las dos cosas. Nunca tuve muchos amigos por aquella época, de allí que mi única compañía casi siempre fui yo mismo. Y de algún modo había en ello una serenidad, una calma. Nada me apresuraba, tenía todo el tiempo por delante (curiosamente solía escuchar en el vinilo 'Time' de Pink Floyd), y pese a que siempre fui una persona más o menos melancólica (ahora quizá lo sigo siendo, pero de otra manera), en ello también había algo de felicidad. No sé. Quizá no debí usar esa palabra.
Porque también caigo en la cuenta de que el valor de belleza que observo en este recordar arbitrario procede más bien de su calidad de recuerdo, de rememoración maquillada, de re-presentación antojadiza de la ya sido, que en su carácter de retrato de un hecho objetivo.
Pista falsa. Pero esperable. Nos buscamos en lo que fuimos ya que no nos encontramos en lo que somos. El recuerdo presta esa unidad que el presente no otorga, nos trae lo ya sido en una forma condensada, un pasado cuajado y con sentido - el de haber hecho posible una ahora. Y en realidad es fácil caer en la falacia. El poder develar (pretendidamente) el significado del pasado en función de un ahora ya cristalizado (aunque siempre a medias) nos da la esperanza ilusa de un telos, de un fin de camino, de un norte que, aunque ignoto, subsiste como sentido para esta historia disfrazada de azar. Esto son ilusiones, fabulaciones. No hay tal sentido substante. Sólo el poder persuasivo de una memoria mentirosa. Nos contamos nuestra vida, nos miramos al espejo y lo detrás nuestro, para ver si así calzan las piezas. Calzan, desde luego, porque así lo hemos querido.
[este texto debería tener un final]